COLOFÓN


El día 8 de septiembre de 2012 llegué a Pamplona, desde donde me dirigí a Sant Jean Pied de Port para iniciar viaje a Logroño a través de la senda de El Camino de Santiago. Tenía por delante ciento sesenta y cinco kilómetros. 

El día de San Mateo finalizaba la ruta después de caminar el tramo de 20 km que lleva de Torres del Río a la ciudad de Logroño, cruzando la población de Viana. El trayecto fue corto y cómodo, aunque sobraba calor. Hacia el mediodía divisaba ya desde lo lejos las torres de la catedral de Santa María de la Redonda y poco después, al acabar una cuesta que me acercaba a la carretera por donde accedería al puente que se eleva sobre el Ebro, escuché un ruido creciente, como de turbinas, un ruido incómodo tras horas de soledad y canto de pájaros. Después de un recodo rematado por una arboleda, vi emerger sobre las copas las chimeneas de aluminio causantes del ruido y poco más allá, un grupo de personas silenciosas detenidas frente a la fachada de un edificio de planta baja con un rótulo en el friso que anunciaba "Crematorio Municipal". Sobre los tejados sonaban los cohetes de Logroño en fiestas mientras por las chimeneas de los hornos emergían hacia el cielo las almas de los muertos echas jirones de humo.

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