Según la información facilitada por la Federación de Gremios de Editores de España, el sector editorial lo integran un total de 839 empresas agregadas, productoras de casi 80.000 títulos en el año 2010, con una media de 3.790 ejemplares por título y a un precio promedio de 12,67 euros al público antes de impuestos.
En total, se publicaron unos 303 millones de ejemplares de los cuales fueron vendidos 228 millones (75%).
La cifra de facturación del sector en el mercado interior alcanzó los 2.891 millones de euros y de esos, 995 millones correspondieron al género literario y a los englobados en las categorías de infantil y juvenil.
Por si este aluvión de cifras no fuera suficiente, aprovecho para destacar la discrepancia entre los datos de la Federación de Gremios de Editores con los del INE (Instituto Nacional de Estadística) motivada seguramente por la metodología aplicada en el estudio. En cualquier caso, sabido es que la estadística es esa vertiente de las matemáticas dispuesta a afirmar que si mi vecino tiene dos coches y yo no tengo ninguno, tenemos un coche cada uno.
Más allá de cifras y datos, lo que parece contundente es que el año 2010 fue en términos de beneficios peor que el 2009 y que si algo caracterizó al sector fue la excepcional devolución de ejemplares, condicionando más si cabe la salud de este enfermo crónico.
Hace ahora unas semanas y ante la incapacidad de conseguir que algún editor se interesase por mi nuevo libro de relatos tuve la osadía de remitirles por correo electrónico el nuevo trabajo, dejando claro que era consciente de lo inapropiado del método, justificando la decisión con argumentos económicos.
De una veintena de envíos tuve el honor de obtener respuesta de tres de ellos, uno para decirme que solo publicaban autores extranjeros y dos para comentarme que rechazaban de entrada nuevos trabajos. Como añadido, uno de ellos tuvo la amabilidad de puntualizarme que para el presente año sus perspectivas de publicación se limitaban a seis títulos, de ahí su negativa a más lecturas de originales.
Lejos de parecerme una situación excepcional, más me pareció un escenario común a muchas de esas editoriales denominadas pequeñas e independientes que intentan hacerse un hueco en el sector.
Volviendo a esas estadísticas a las que antes hacía referencia, si algo caracteriza al mercado editorial es la gran atomización en cuanto a número de editoriales, combinada con una gran concentración de la facturación: un 4% de las empresas facturan el 63% del total. Es decir, de manera orientativa y sin pretender que estos cálculos tengan una validez incontestable, 34 editoriales facturarían 1.821 millones de euros, mientras que las otras 805 se tendrían que conformar con los 1.070 millones restantes lo que da una cifra de 1,3 millones de euros por editorial. Partiendo de los datos expuestos más arriba sobre precios medios y tiradas, el número de títulos editados por cada una de esas 805 editoriales sería de 27.
A primera vista y salvo errores de cálculo (míos y/o de las empresas de estudios de mercado) el panorama no parece muy halagüeño para el editor, teniendo en cuenta el reparto habitual de esa facturación, a saber:
- 30% para el librero.
- 35% para el distribuidor
- 25% para el editor
- 10% para el autor
Concluyendo. De esos supuestos 1.070 millones de facturación que se reparten las 805 editoriales menos afortunadas, solo el 25% les corresponde. Unos 330 mil euros para cada una de ellas, facturación de la que tendrán que descontarse costes de producción, gastos comerciales, devoluciones, gastos generales y salarios. ¿Se imaginan el panorama para ese humilde editor (en absoluto excepcional) que confiesa una previsión de seis títulos al año? ¿Se imaginan lo que puede suponer encontrarse con el 40% de la producción retornada a los almacenes varios meses después de distribuida?
Insistiendo en lo relativo de estos datos, sí parece evidente que el mercado editorial, con sus planteamientos comerciales tradicionales, está muy lejos de representar una oportunidad real de negocio. Mucho se ha hablado estos días de las nuevas editoriales emergentes, del espíritu emprendedor de muchos jóvenes editores que aspiran a encontrar su hueco en el sector con aportaciones innovadoras y sugerentes, pero si la fórmula ha de ser la ya conocida, si la apuesta pasa por colocar siete u ocho títulos en el mercado, si el mundo digital sigue siendo ese gran desconocido (1,5% de la facturación en 2010) podemos calificar la iniciativa de loable y voluntariosa, pero difícilmente representará gran cosa desde el punto de vista empresarial.
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