Hace ya unos cuantos años (1982) existía en la radio de El Vendrell un programa infantil que llevaba por título “Pegadolça”. En el invento participaban Hermini Caballero, Lourdes García, Anna Serra y algunos históricos más cuyos nombres no recuerdo por lo que pido disculpas de antemano. Como si la cosa fuese pan comido, yo me comprometí a presentar cada viernes un guión de corte policial que se leía en directo con la intención de que los niños, vía teléfono, adivinaran al final de las lecturas los misterios que allí se presentaban. Y así nacieron “Les aventures del detectiu Pebrot i del seu ajudant Caleidoscopi”. No fueron pocas las noches de los jueves que sentado frente a un papel en blanco intentaba inventar algo con sentido y enigma que fuese de interés para aquellos oyentes tan jóvenes. Alrededor de treinta historias llegué a escribir y no con poco esfuerzo.
Como suele pasar, todo aquello cayó en el olvido. Hace ahora unos tres años recuperé tres de aquellos guiones y los rescribí, esta vez en castellano, con la intención de que tal vez alguna de las historias más otras nuevas pudieran dar como resultado un libro ilustrado. Confieso que no fue fácil, entre otras cosas porque había olvidado apuntar la respuesta a los enigmas y veinticinco años después se me hacía complicado recordarlas.
Para aquellas tres historias colaboró conmigo el pintor Carles Carbó que hizo algunas ilustraciones a modo de prueba. Pero de nuevo la cosa quedó en nada.
Ayer, revolviendo entre papeles encontré los antiguos relatos y los reescritos hace tres años con las correspondientes ilustraciones de Carles. Aquí dejo uno de ellos. Si te animas a leerlo prueba a encontrar la respuesta. Los niños que seguían el programa tenían entre nueve y doce años…y las adivinaban.
EL CASO DE HOLLYWOOD ®
Todo empezó un domingo por la mañana. Aparentemente una mañana festiva sin nada que destacar. Uno de esos días en que el detective Morrón invitaba a Calidoscopio a desayunar y juntos comentaban las noticias aparecidas en los periódicos.
Mientras los primeros hervores del café invadían la cocina con su aroma, Morrón desplegó sobre la mesa un completo surtido de bollos, rebanadas de pan y mermeladas con las que preparar unas apetitosas tostadas. Calidoscopio ojeaba la sección de sucesos de “El Cotilleo Matinal” cuando de pronto apartó la vista de las páginas para fijarse en la mesa.
-Querido Morrón, usted sabe cuanto le agradezco su amabilidad invitándome a desayunar, pero a veces tengo la sospecha de que más que un acto de amistad, se trata de una estrategia para ayudarle a vaciar la despensa de productos en mal estado.
-Por favor Calidoscopio ¿Cómo se le puede ocurrir semejante barbaridad?
-Discúlpeme usted, pero por el grosor de la capa de moho que cubre estas rebanadas parece que me haya sentado a su mesa para aligerar la despensa de artículos caducados.
Como si solo se tratase de un pequeño accidente involuntario, Morrón puso cara de sorpresa e intentó disculparse como pudo.
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