UNA PLANCHA PARA LAS ARRUGAS DEL ALMA

Si algo tienen de grandioso las pasiones, es que pueden mover montañas, transformar mentes, sanar enfermos, crear imperios, edificar doctrinas y no sé cuántas cosas más.
El cristianismo fue el germen de eso que en el moderno lenguaje empresarial viene a llamarse outsourcing, o lo que es lo mismo la externalización de servicios empresariales.
El mismísimo Jesucristo tuvo algo que ver con los inicios de esa técnica cuando al verse desbordado en su labor evangelizadora decidió recurrir a la ayuda de doce apóstoles para que colaborasen con él en la divulgación del nuevo proyecto: Una empresa de seguros a todo riesgo con la garantía final de tener el cielo ganado.
No se me negará que el negocio ha funcionado bastante bien. Ha resistido al tiempo y tiene más de dos mil años de antigüedad, tiene un Estado y una banca propios e innumerables delegaciones en todo el mundo convertidas en obras de arte. ¿Se conoce una empresa más rentable?
Las labores de apostolado no cesan, las ciudades se ven inundadas de adeptos empeñados en transmitir la palabra de Dios, en ayudarnos a ganar el cielo. Nos lo hacen fácil, con traducción simultánea y metáforas que hagan más comprensible el mensaje. En la Puerta del Sol de Madrid dos jóvenes apasionados intentan salvarnos del mal y ponernos en el camino recto, en dos idiomas y plancha en mano, para estirarnos las arrugas del alma.

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