"EL AMOR INUTIL" JAVIER LASHERAS


"El amor inutil" Javier Lasheras
Edit. Algaida
“El amor inútil” de Javier Lasheras ha estado a punto de cumplir un año en la estantería de mi cuarto, la que tengo más a mano y en la que acostumbro a colocar los títulos de inminente lectura. Pero suele ocurrir que, por premura y hasta por olvido, no hay vez que no se me cuele una obra imprevista y así, los que un día encabezan mi particular “pole position” literaria, terminan constreñidos bajo el peso de otros que llegaron más tarde.
Había tenido el gusto de leer su trabajo poético “La paz definitiva de la nada”, obra que no tengo intención de reseñar pues, asumiendo que mi criterio para opinar sobre narrativa es ya cuestionable, en lo que respecta a la poesía mi incapacidad es irrebatible. Pero, aun sin ningún fundamento técnico que me permita decir el por qué, disfruté de su lectura.
Puede que por eso mismo, de forma inconsciente o por lo menos no intencionada, llegase a la conclusión de que para un buen poeta, es difícil romper con los criterios estéticos del género y adentrarse en la más mundana suerte de la narrativa.
Grave error por mi parte, incontables ejemplos demuestran lo contrario, pero en ocasiones hay prejuicios que nos traicionan, privándonos de placeres que por ignorancia no llegamos a descubrir.
Con motivo de la próxima visita de varios autores asturianos al Saló del Llibre de Barcelona, inicié una serie de lecturas de quienes pasarán por esta ciudad. Y ahí fue cuando “El amor inutil” volvió otra vez a la luz, esta vez sí, para ser leído.
Desde el principio me sentí cómodo con este “amor inútil” de Javier Lasheras. Pronto empecé a chapotear en medio de un atrezzo que me resultaba sugerente. El poeta bajaba a la arena y me regalaba en su historia ese punto de negrura que tanto me gusta y que me retrotrae a los relatos con trasfondo de misterio y personajes malditos de los que me empachaba a principios de los ochenta.
Los habitantes de sus historias y los escenarios que transitan tienen también su dosis de marginalidad buscada, como si el autor se hubiese visto arrastrado por el rebufo de los últimos coletazos bukowsquianos, impregnando la historia de una derrota sin solución. Pero que nadie se engañe, “El amor inutil” despista, despista el título, como también distrae la obsesiva búsqueda del amor, la quimera que sirve como excusa para justificar el proceso de destrucción en el que los personajes están inmersos.
Esta es una historia de afinidades donde Martín y el narrador comparten el estímulo de la propia aniquilación. El amor despechado no es otro que el amor propio. El sustrato de culpa que cimenta este afán habría que buscarlo entre líneas, pero estoy convencido de que existe, como germen que da sentido a este morboso desapego personal.
En “El amor inútil”, el lector se enfrenta a un libro de libros, dos narraciones engarzadas en las que probablemente una de ellas podría funcionar de forma independiente. Dos historias encarnadas por unos personajes que deambulan como brújulas sin norte o como esos pollos descabezados que corretean como saetas descontroladas, golpeándose contra las paredes y dejando un reguero carmín de vida antes de caer exhaustos.
Hay quien dice que un autor escribe siempre la misma historia, y probablemente sea así cuando la escritura tiene un fondo de catarsis. No sé cuanto de terapéutico hay en la escritura de Javier, ni a efectos literarios me interesa, pero en cuanto a la continuidad temática, lejos de negarla, el no tiene reparos en repetir personaje, de manera que “El amor inútil” y “La paz definitiva de la nada” son complementos inseparables, protagonizados ambos por Martín Huarte.
Al final, como las buenas novelas que se resisten a cerrar el círculo, deja un poso en alguna parte, un regusto en la boca o un aroma. Un olor parecido al que nos aborda al abrir el cajón de una cómoda antigua y aparcada, a madera reseca y cuarteada, a futuro imposible.

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