IGOR (R)


Imagen de María Desatadora de Nudos

B. Asensio Dosaguas refirió la historia por pura obligación, con el estilo aborrecible de un periodista mal pagado que cubre la sección de sucesos sin otro propósito que invertir en un futuro dudoso desde un presente decepcionante.
B. relataba las crónicas desde la convicción de un anacronismo informativo que solo podía satisfacer las mentes más retorcidas y descompuestas.
Arrogándose no sé qué autoridad moral, escatimaba oficio en sus escritos, con la voluntad de castigar la perversidad de los lectores ávidos de historias morbosas, los que a su parecer hurgaban en las flaquezas de los demás sin imaginarse lo cerca que las propias andaban de emborronar las páginas de esos mismos periódicos.
Su contacto profesional con el lado más oscuro del hombre, le había transformado en un inquisidor que se desquitaba contra la maldad restándole trascendencia mediática, con unos escritos asépticos y mutilados, sin ningún interés periodístico.
Asensio Dosaguas se convirtió en un justiciero a sueldo de un periódico cicatero, obligado a informar de todo aunque fuese convirtiendo la noticia en un pobre ejercicio de elipsis y omisiones.
A Silvina la conocí en unas jornadas sobre Resistencias Patológicas a Traumas Emocionales, una cita para especialistas en psicopatología del comportamiento a la que fui invitado después que un compañero de estudios supiese de mi interés literario por algunas formas de neurosis obsesiva entre victimas de sucesos traumáticos.
Silvina ofrecía información sobre su experiencia como afectada que en los últimos tiempos empezaba a emerger de su crisis emocional. Sin que en sus argumentos se vislumbrase un ápice de Síndrome de Estocolmo, estaba claro que, incluso sin haber superado la experiencia, había racionalizado la conducta de Igor, su agresor, con mucho mejor criterio que el idiota de B. Asensio Dosaguas.
Lo más llamativo de las manifestaciones de Silvina, y que fueron lo que me puso sobre la pista de esta historia, fue la descripción de su asaltante. Un hombre joven, con la cabeza cubierta por una capucha negra en la que llamaban la atención las protuberancias laterales en la zona de las orejas y la corona de nudos ceñida a su frente, hecha con una soga de esparto.

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