SMOKE


Imagen de Londres tomada desde la Tate Modern

-Llegas y te parece que el tiempo se haya detenido por ti.
-Bueno, eso es algo muy manido. Nada tiene de especial sentir que el tiempo se detenga. La frase es muy recurrente y la sensación muy convencional.
-Ya, pero es que en la plaza había un enano negro, desnudo de cintura para arriba, haciendo malabarismos con la llanta de una bicicleta y la gente hacía corro aplaudiéndole.
-Y eso ¿qué tiene que ver?
-La última vez también hacían corros para ver a la gente actuar.
-¿Al enano negro?
-No, no. Entonces no estaba el enano negro. Había un latino con cara de indio que tocaba la guitarra y soplaba una quena a ritmo de rumba española. Era horrible.
-Entonces no vale. Nos falta el enano negro.
-Pero la plaza y el corro de la gente…
-Eran otros. Solo el corro era parecido. Pura geometría. Cuéntame otra cosa. Algo diferente. Alguna novedad
-No las hay. Son irrelevantes. Son solo detalles. Tienen consistencia etérea, muy volátil, como un gas. No interesan los detalles en si mismos, solo nos afecta lo que queda de ellos. Ya sabes, una especie de holismo de los sentimientos en los que el todo es más que la suma de sus partes.
-Pero no aporta nada.
-Es posible. No escribo historias de aventuras ni cuentos con finales sorprendentes.
-¿Entonces?
-Cuento cosas comunes a los demás. Nada de especial.
-Pero la gente busca historias excitantes. Algo que vaya más allá de su propia monotonía, de su propia realidad. Ya tienen de sobra con la suya.
-Bueno. Tal vez otros busquen que alguien les cuente lo mismo que ellos sienten.
-¿Y qué sentido tiene?
-Quizás les ayude a sentirse normales. A saber que sus inquietudes y sus temores son compartidos por otros.
-Vaya ¿literatura para neuróticos?
-No. Para gente de la calle, del montón. Ya sabes, esa masa imprescindible.
-¿No pensarás en un manual de autoayuda?
-¡Venga ya! No me hagas reír ¿Me ves a mí dando consejos?
-Era solo una pregunta
-Bien
-Pero, joder. No es posible que después de seis años lo más interesante de Londres sea un enano negro, haciendo piruetas en Leicester Square.
-¿Te parece poco?
-Bueno. Estarás de acuerdo conmigo en que la noticia no llenaría la portada de un periódico.
-Posiblemente. Pero dime, ¿has intentado alguna vez congregar a cien personas a tu alrededor?
-Si fuese enano, negro y malabarista, no sería difícil.
-Efectivamente. Pero como no lo eres, te limitas a formar parte del corro. Él es la excepción, es el detalle crítico. Sin él y sin el indio que destrozaba las rumbas, nada sería lo mismo.
-Empiezo a no entender nada. Decías que el tiempo parecía haberse congelado desde tu última visita a Londres y todo gracias a un personaje estrafalario que se entretiene haciendo piruetas en la calle.
-No, no. Los entretenidos somos los otros. Los que miramos. Lo importante no es si miramos a un enano o a un indio. Lo importante es la necesidad de mirar. Hay quien puede necesitar que le cuenten historias con finales magistrales, quien necesite verse en la heroicidad de sus personajes, pero todos necesitamos ser espectadores a diario. De tan normales somos vulgares. Al circo le sobra gente.
-Bueno. Tú ya has encontrado al enano.
-Esta gracia era más previsible que mi reflexión sobre el letargo del tiempo.
-Cierto. Pero yo no pensaba ponerla en un libro.
-Touche.
-No tiene importancia. Pero sigo sin entender esa pretensión didáctica de tus relatos.
-En absoluto. Te he dicho antes que nada hay más alejado de mi voluntad que impartir enseñanzas a nadie. Solo quiero contar cosas. Las mismas que contaría cualquiera si no tuviese más que aportar que la humilde experiencia de quien solo alcanza a ser observador. El enano y el indio tendrían mucho más que decir, o al menos, tendrían algo diferente que expresar. El punto de vista del observado. Una gran mayoría hace que el mundo se mueva, pero necesita que alguien ponga las anécdotas para liberarlo de la rutina.
-Joder. Eso suena a demagogia rancia, a lenguaje político. Es hablar para no decir nada.
-No, no. Yo no critico nada. Solo pongo de manifiesto una evidencia.
-Por supuesto. Hemos tenido gladiadores, bufones y hoy disfrutamos de toreros, futbolistas y de esa escoria que llaman mediática. Ahora tú descubres a un enano, negro y malabarista y antes a un indio músico. ¿Y bien? ¿Adónde nos lleva?
-A ninguna parte. Por eso sentí que el tiempo no había pasado. Que todo seguía igual de entretenido gracias al enano, como antes fue gracias al indio ó como antes lo fue gracias al bufón o al gladiador.

También había luces iluminando los teatros y librerías que animaban a hojear los libros y una batahola muy diversa en las calles que me hacía sentir mejor.
Por la mañana, frente a la habitación del piso número trece de un hotel con moqueta granate y paredes empapeladas con flores abigarradas, se levantaban los rascacielos que recogían en sus cristales los movimientos de la calle y los brillos nuevos del día.
El Támesis cruzaba entre los edificios y una pequeña barca a motor avanzaba desde lo lejos abriendo abanicos con la proa que partía el agua.
Por detrás del río se crecía la mañana con una fuerza de luz inesperada para aquella ciudad de cielos apagados.
Un tren cruzó el cauce por el puente que unía las orillas sin que desde el cuarto con ventanas herméticas pudiese oírse nada.
Innumerables trabajadores con cascos amarillos y chaquetas fosforescentes discurrían por un recinto de andamiajes y armazones inacabados.
La próxima vez solo eso será lo nuevo. La abundancia de las nuevas torres tocando el cielo.
Pero en Leicester Square o en cualquier otro sitio, permanecerán los corros y la avidez de los observadores. En el centro el enano negro malabarista dará paso a nuevos actores, igual que el indio músico que destrozaba rumbas le había cedido su sitio a él. Serán solo detalles para esa mayoría que necesita algo que observar.
No empujen que el tiempo espera.

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