Levanté el auricular y marqué. Unos tonos de espera y escuché al otro lado la voz atiplada de una niña respondiendo un
-¿sí?
musical.
-Con Manu Albalá, por favor.
Y las palabras trastabillaron, convertida la pregunta en traición inesperada. Su voz no perdió la agudeza del tono, solo se volvió más sobria y cuando contestó
-Está fallecido
sonó a muletilla mal aprendida, a frase desgastada o a sonsonete repetido que pierde precisión.
Sentí que no hay niños perfectos cuando se ven enfrentados a los fantasmas de la muerte.
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