SÉ QUE MI PADRE DECÍA de WILLY URIBE

De paseo a principios de octubre, asomándome a las casetas de la Feria del Libro de Ocasión de Barcelona. Y en estas que hurgando entre lomos y montones se me aparece “Sé que mi padre decía” del bilbaíno Willy Uribe. Abrumadora la experiencia de descubrir libros por azar, sin cánones ni compromisos, como apariciones que se revelan desde un rincón oculto solicitando una oportunidad.
Bajo el cielo aun estival y a la sombra de los plátanos de las Ramblas empiezo las primeras páginas y me sumerjo en otras sombras más inquietantes que las barcelonesas, las de un Bilbao encapotado por brumas premonitorias.”El cielo se había oscurecido. Algunas gotas comenzaron a golpear el cristal de la ventana. De nuevo otro frente entrando desde el noroeste y marcando su progreso sobre la superficie del mar, una línea que avanzaba al ritmo del viento, con una sombra abigarrada y chata por cada chubasco, cada cortina de agua.”
Ismael es el protagonista de este relato contado en primera persona, un mindundi propicio para una historia donde los cabrones se reproducen como los paramecios en las charcas. “Legionario español, obrero andaluz, camionero mexicano, camello madrileño y chantajista bilbaíno, aunque entonces eso no lo supiera”. A las pocas líneas de un arranque sin contemplaciones donde su perversión amenaza con ser insuperable, Ismael se nos desvela como el perfecto perdedor entre una fauna sin complejos que lo irá relegando a la categoría de tonto útil. Uno de esos tipos a los que precede una historia negra y sobre cuyas cabezas alumbra siempre una estrella que parpadea a un ritmo desigual, de esas que marcan una dirección engañosa, la estrella del mal fario con la que algunos nacen mientras a otros les crecen flores en el culo. Así es la vida, no es que haya mala intención, es que hasta para ser un perfecto hijo de puta hay que saber latín, porque muchos son los llamados, mas pocos los elegidos y ninguno está dispuesto a perder su sitio.
“Sé que mi padre decía” es una historia negra, porque negro es el cielo que la envuelve y negras son las almas de los que la pueblan. Este Bilbao de Willy Uribe reúne tantos elementos novelescos como aquel Harlem de Chester Himes, el Milán de Scerbanenco, Los Ángeles de Raymond Chandler o la Barcelona de Vázquez Montalbán. La virtud está en adobarlos, cocinarlos al punto y exponerlos en renglones convertidos en arterias por donde circula la mala sangre.

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