CUERPOS MENGUANTES


Las modas son volátiles, tan, tan efímeras que, contrariando a la creencia popular, tienen la virtud de no hacerte esclavo de las tendencias.
Si hoy se lleva el azul, ya llegarán mejores tiempos para el rojo, y si este año se impone la gabardina, también para el abrigo llegarán días de gloria.
En todo este mundo de lo que fue y no es, de lo que ha de llegar y que ya estuvo antes, en este trajín pendular de lo inminente hay un demoledor mecanismo de mimesis entre la moda y sus sirvientes.
Estas, las que la visten, las que la inducen y la muestran, son también seres volátiles, personajes menguantes, proclives a la extinción.
Una modelo de veinte años es una carcasa frágil, un saco de piel sostenido por un esqueleto enclenque que amenaza con descoyuntarse.
No hay mujer, solo un ropaje que la cubre y la adorna y que suple la falta de sugerencia que el cuerpo magro se ve incapaz de expresar. Terrible contradicción: lo superfluo dando sentido a lo esencial.
Después, cuando la moda pase y los colores no sean esos, cuando ese largo de la falda pierda fuerza y ese talle del pantalón ya no se lleve, nuestra modelo evanescente habrá quedado reducida a la nada. Sin ropaje que la adorne, sin colores que la alegren, será el símbolo de una generación que se evaporó sin apenas historia, víctima de una tendencia dispuesta a fagocitar a sus seres más queridos…menguantes, menguantes, hasta que un día ….(¡plaf!)…desaparecen.

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