DEDOS
(Imagen importada de Internet)
Se miraban los dedos de los pies.
El tenía los dedos tristes, regordetes y replegados, como si las uñas fuesen cabecitas atormentadas buscando perderse entre las sábanas.
Los de ella eran dedos dispuestos, envarados y desafiantes, queriendo proyectarse hacia el futuro.
Y así estuvieron.
Hablándose el uno al otro de sus dedos, estudiándose cada pliegue, las intersecciones donde cada porción se articulaba, deteniéndose en las pequeñas cicatrices y en las callosidades, en las uñas pulcramente rematadas de ella, sin sombra de esmalte, en los apéndices entristecidos de él, casi suplicantes.
Marzo 2004
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